La profundidad del ser

por Pablo Miñarro

La profundidad del ser

por Pablo Miñarro

DelEgoAlSer

Síntesis del proyecto

Síntesis del proyecto

La profundidad del ser propone una reflexión sobre mis emociones; descubrir dónde y cómo se forman. La vida en sociedad, el dominio de la mente, generan una coraza que intento romper en este proyecto para preservar y mirar mi ser.

¿Quién soy? Para saberlo comencé un camino experimental fotográfico indagando en mis profundidades. Represento con elementos dialogantes qué transporta mi sangre. Qué veo cuándo me sumerjo por dentro. Qué hay detrás de una bruma. Dónde nacen mi miedos. Dónde mi historia se hace huella. La intención es reinterpretar mis emociones desde un punto de vista particular y lírico, buscando un arte visual apabullante que invite a la indagación de la obra. Transmitir lo explosivo, tenue y armónico de mis emociones.

A partir de líquidos, fluidos y tintas represento ese mundo subacuático. Todos estas imágenes fueron realizadas en toma digital directa, controlando sólo la fotometría y la colorimetría.

La profundidad del ser nace de la necesidad personal de autoconocimiento. Es un ejercicio de introspección, de curación y reflexión personal donde mi arte, la fotografía, es la herramienta. Una experiencia incontrolable, divertida, dolorosa, asombrosa y profunda.

Mente
Miedos

La profundidad del ser.

La profundidad del ser.

Detrás del estrés, del desánimo, de la confusión, incluso detrás de la alegría o la felicidad, hay algo oculto tan poderoso y bello como el ser.

Para verlo hay que invitar a la mente a jugar de una manera diferente a la que acostumbra, mirarse desde otro lugar. Hoy somos, la mayoría de nosotros, un producto de nuestra mente. Somos nuestros pensamientos. ¿Sentimos verdaderamente o solo creemos hacerlo? Somos aquello que somos, tratando de ser eso que nuestra mente piensa. Esto no quiere decir que esté mal pensar, de hecho es genial hacerlo. Es nuestra cualidad de ser humano. El problema es dejar de sentir el cuerpo, y ser mitómanos de nosotros mismos.

¿Quién sos cuando nadie te ve? ¿Qué personaje creaste para encajar en la sociedad? El autoconocimiento es el vehículo que utilizo para abrazar esas partes que fui olvidando por el camino y me son imprescindibles para poder amar y dejarme amar sin temor. Quiero correr la bruma para dejar ver la esencia. Correr la mente para sentir el cuerpo.

Estoy mirando para adentro. Ver qué fluye, qué navega en mi sangre. Cómo es ese combustible que pone en funcionamiento mi motor. Qué hay allí. Ésta es una búsqueda con forma de trabajo fotográfico. Es una investigación personal donde mi arte es la herramienta. Una experiencia incontrolable, divertida, dolorosa, asombrosa y profunda.

En esta gran aventura estoy navegando como en un barco de papel dentro de una inmensa tormenta. Como cuando era niño y los días de lluvia jugaba convirtiendo una zanja en un río rápido y caudaloso. Hoy ya no soy ese niño al que solo le importaba correr barranca abajo. La adultez me transformó en ese barco y desde acá miro a ese niño feliz y empiezo a entender que no importa qué tan frágil sea eso que soy. No importa cuánto duraré surcando estas aguas, sino cómo lo estoy haciendo hoy. Y que vengan las tormentas que quieran, me gustan los desafíos. Y si una me atrapa y me desarma, quiero reír mientras suceda.

¿Qué harías si no tuvieras miedo?, titula un libro de Borja Vilaseca que aun no me animé a leer. Tengo miedos, pero trabajo para que no me limiten. Cuando logro vencerlos el placer es gigante. Es como cuando uno quiere tirarse a un lago desde una piedra bastante alta o de algún trampolín a una pileta. Después del primer salto, te liberás y podés repetirlo ya sin frenos. Tengo miedos que sé que vienen desde mi mente. Miedo a creer algo que puede pasar o no, a supuestos, hipótesis que nunca termino de confirmar porque no me animo a concretarlas. Mis miedos son muchos, pero el más grande es a no poder ser yo.

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Otro de los miedos más fuertes, con el que trabajo día a día, es con la paternidad. Flor de quilombo la paternidad. No hay un mapa que te guíe en este camino, pero entiendo que jamás habrá uno. Nada ni nadie puede saber más que tus instintos y sentimientos. Lo descubrí cuando nació Juan. Lo confirmé con la llegada de Lolo. Cuando creés saber cómo, escuchás un recalculando y volvés a comenzar. Girás a la izquierda cuando pensaste que tu destino estaba a la derecha. Juan me invitó a jugar con un autito en su mano. Lolo, a descubrirlo en una caja de sorpresas y emociones. Y ahí estoy siguiendo esa ruta, que quién sabe dónde me llevará, y decido entregarme al azar. “La historia es el viaje, no hay ningún apuro por llegar.” Siento que por mi sangre navega mi vida. Mis recuerdos, mi historia. Que allí habita todo aquello que me mueve, como así también lo que me detiene. Emociones que se despiertan de repente, cual erupción de un volcán y me transforman hasta encontrar una nueva aparente calma. Y después vuelve a activarse sin previo aviso y el caos reina. Cada actividad sísmica dentro cambia la estructura. Deja grietas, abre ríos, mueve todo.

Nunca fui muy bueno en la pesca. Lo intento, pero generalmente alguna parte del ritual falla. O la luna, o la carnada, o la línea o vaya uno a saber qué. Igualmente me gusta intentarlo, me da placer la espera y el deseo de que algún pez decida morder esa carnada. Imagino lo que sucede dentro del mar, cómo ellos se las ingenian para lograr tener su comida, sin tocar el anzuelo. En cada intento tengo esa esperanza de que pique mi caña. Que me toque a mí esa suerte. Que me elijan. Que les guste mi carnada. Me, me, mi, mi. El ego presente. La herida de abandono doliendo.

En casi todo lo que hago también suelo armar mi caña imaginaria. Salgo a pescar poniendo de carnada mi propio corazón. En mi trabajo, en mi arte, en mis emociones. Necesito que aquello que hago sea elegido, lo miren, les guste. Que muerdan el anzuelo. Por eso mis ideas, mis diseños, mis fotos son mucho más que eso para mí. Allí también hay una parte de mí.

Siempre fui bastante pasionario. Pero me cuesta tener ese fuego encendido. Soy como un fósforo que cuando enciende su llama es muy grande, pero que no logra mantenerla mucho tiempo así. Me apago rápidamente sintiendo que ya no sirvo para eso que creía ser el mejor hace apenas instantes. Por suerte, mágicamente siguen apareciendo más fósforos en mi caja. Y los usados, no los tiro, se juntan con los nuevos porque a veces pueden serme útiles.

El color de mi sangre es el color de una de mis pasiones. El Club Atlético Independiente representa una elección propia y auténtica. Vengo de una familia donde a nadie le importó nunca el fútbol. Lo cultivé solo. Me hice hincha del club que elegí yo y es uno de mis símbolos más preciados. Elegí a Independiente por dos cosas, el color de su camiseta y su emblema de Diablo. Los diablos rojos de Avellaneda. Un equipo que se ganó ese mote por su elegancia, picardía y, sobretodo, su rojo intenso. Independiente es mi victoria, mi independencia.


Tesoro
Jugamos
heart
corazon
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Diablito

Bucear en el interior de nosotros mismos suele ser incómodo y difícil. La sociedad, las costumbres, el capitalismo, los miedos, todo ayuda a que nos encerremos. Compramos aparentes libertades y conexiones maquilladas en tecnología, que solo consiguen profundizar el problema. Nuestras mentes han sido tomadas cautivas por sistemas de aprobación social, por los medios, por el tiempo, por anuncios y agendas corporativas sujetas a términos y condiciones que alguien escribe en letra muy chiquita y que todos aprobamos sin intentar siquiera leerlas. La soledad se volvió un concepto bastardeado y erradamente transformado en mala palabra, cuando en realidad es el

 mejor reflejo de la libertad. Descubrir mi propia sombra es ver algo que no esperaba, diferente a lo que creía. Ahí me encuentro mirándome, conociendo esa oscuridad y tratando de entenderla. Paradójicamente sintiéndome solo, me estoy encontrando conmigo.

Mi sangre lleva dentro mucho más de lo que se ve en un microscopio. Tesoros que se construyen día a día. Emociones profundas que dejan huella, que forman el ser. Este trabajo comenzó preguntándome ¿quién soy? Aún no lo tengo claro, pero sigo buscando esa respuesta a diario.

fuego—Color
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Emociones
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Cuerpo

Pablo Martín Miñarro

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